Hoy es la noche de reyes, una noche de nervios e ilusión para pequeños... y mayores.
Pero, este año, una noche diferente. Hace ya unos 5 años que el roscón nos lo comemos en casa de mi yaya acompañados de las tatas, y los reyes nos dejan allí los regalos.
Este año, las tatas pasarán los reyes con su familia materna. Sólo las ven un par de veces al año y me alegro de que puedan pasar una noche tan especial con ellas.
Pero otra parte, recuerda las noches de otros años...
La tarde de cabalgata, con las niñas (o niña, en el comienzo) mirando las carrozas con un brillo en los ojos que sólo los niños tienen.
La cena con miraditas furtivas al árbol, sin regalos.
El roscón, y esos deditos que hurgaban en su pedacito en busca de "algo".
"Ala, que ya hemos acabado de cenar, vamos a recoger la mesa"
"Eso, y mientras las tatas vamos al aseo a lavarnos los dientes"
Y durante la operación recogida-limpieza, ocurría lo que todos esperábamos, de repente unos gritos: "Ya han venido! Ya han venido! Salid, salid!"
Y entonces comenzaba la locura de regalos, sorpresas, nervios y risas. Y ellas, las protas, dando paquetes y mirando los regalos de cada uno.
Esta noche, los reyes pasarán sin ser vistos por casa de mi yaya, y quedarán paquetitos sin abrir esperando la vuelta de dos cabritas locas desde su pueblo.
Por cierto, Papá Noel se portó muy bien (creo que he conseguido hacerle creer que he sido buena). Me trajo mi engendro (foto próxima) y la colonia.
Espero que esta noche los Reyes me traigan algo para el cuerpo, para la mente y para el espíritu...
Y que se porten bien con todos vosotros.
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